Me he encontrado estos días con que en el cole de mi peque utilizan este método como técnica educativa para corregir comportamientos. Lejos de juzgarlos a ellos, porque desconozco cómo lo utilizarán, quiero dedicar este post a la “sillita de pensar”.
En primer lugar, por qué castigar a un niño a pensar cuando lo que queremos es que en un futuro sea un adulto capaz de pensar por si mismo y tomar decisiones. ¿Creéis realmente que un niño e 2 o 4 años piensa sobre lo que ha hecho mal? El niño a esas edades carece de las suficientes habilidades mentales como para pensar “solito” qué ha hecho mal, por qué y qué es lo que tendría que haber hecho.
En todo caso debería llamarse sillita emocional o rincón emocional. También se le puede llamar TIME OUT o TIEMPO FUERA. Es conveniente cuando un niño tiene una conducta inadecuada en un lugar que lo saquemos de ese lugar de la mano, nunca arrastrándole, luego le enseñemos estrategias para calmarse hasta que pueda escucharnos y atendernos con claridad y después explicarle qué esperamos de él y por qué no está bien lo que ha hecho.
Por ejemplo: un niño ha pegado a otro niño (algo muy habitual). Lo apartamos del lugar donde ha ocurrido, lo calmamos y le guiamos con preguntas reflexivas ¿tú amigo llora porque le has pegado? ¿crees que ha estado bien? ¿qué te ha pasado? (ESCUCHA ACTIVA Y CONEXIÓN). Entonces le enseñamos qué puede hacer en esa situación (EDUCACIÓN), como puede canalizar su frustración para no volver a repetir el comportamiento erróneo ofreciéndole alternativas (ELECCIÓN).
Efectos secundarios de la silla de pensar
¿Creéis que una clase de casi 30 niños pueden hacer esto? Por supuesto que no.
El niño aprende que cada vez que hace algo mal, lo apartan y lo dejan solo, no le quieren, incluso aprende desde muy pequeño que es malo. Si usamos esta técnica habitualmente el niño buscará la manera que esto no le afecte, una barrera de insensibilidad para llevar de mejor manera el no sentirse querido.
Además como siente que realmente es un niño malo porque le castigan cada vez que hace algo mal, esta conducta no se corrige y más adelante se volverá más rebelde para demostrar que realmente es malo.
Si lo que queremos es que nuestros hijos aprendan a comportarse y comprendan qué está bien o qué está mal debemos ayudarles a corregir ese comportamiento.
Para que un niño entienda qué ha hecho mal y por qué y qué puede hacer la próxima vez para no actuar así NOS NECESITA A NOSOTROS (o un adulto) para que lo guiemos con preguntas reflexivas y mostrándoles qué esperamos de él y qué comportamientos son correctos o dañinos y cuales no.